Todo el siglo XIX se caracteriza por la recuperación y la reinterpretación de expresiones artísticas del pasado, reelaboradas según el gusto y los ideales de la sociedad de la época.
No es casualidad que estilos como el Neogótico o el Neorenacimiento se desarrollen, a menudo de manera simultánea, en este siglo lleno de contradicciones.
En uno de nuestros artículos anteriores ya habíamos tratado el gusto Neobarroco que se consolidó en la segunda mitad del siglo.
Se encuentran las doraduras y las poderosas volutas características del barroco puro, pero con una nueva interpretación, a menudo dirigida a una mayor búsqueda de naturalismo. Elementos naturales, pero en realidad hábilmente trabajados y remodelados por la mano del artista, se utilizan para crear partes constructivas de muebles y complementos.
Cuando esta particular interpretación se une a la búsqueda de espectacularidad, se logran resultados escenográficos como el del protagonista de nuestro Classic Monday de hoy.
Un ejemplo adecuado ya que, a pesar de alejarse de las formas típicas del barroco romano más puro, retoma y reelabora su pensamiento más intrínseco: la voluntad de sorprender al observador.
Se trata de una mesa pequeña de producción napolitana, un mueble sensacional tanto por su arquitectura como por la decoración de la superficie.
El soporte está formado por una estructura construida con un tronco central que funciona como balaustre, ensamblado con otras ramas de menor tamaño. Se han elegido deliberadamente elementos particularmente retorcidos y complicados que transmiten una sensación de dinamismo, incrementada por la doradura que embellece y refleja la luz en complejos juegos.
El uso de elementos naturales se caracteriza además como un eco lejano de las célebres Wunderkammer.
Literalmente “cámara de las maravillas”, eran gabinetes de príncipes y nobles en los que se guardaban y exponían los mirabilia, pequeños objetos naturales (naturalia) o creados por el hombre (artificialia), que se destacaban por su excepcionalidad y curiosidad.
Una mesa como la nuestra podría haber sido dignamente colocada en una colección semejante.
Como mencionábamos, un elemento digno de destacar es también la superficie, realizada con mármoles combinados. El artista demuestra una gran habilidad en la realización de los complejos diseños. En el centro se representa un jarrón con un ramo de flores, sobre el cual se posa una paloma. Alrededor se encuentra un borde en el que están representadas volutas de hojas y motivos fitomorfos; una greca de triángulos alternados finaliza el perímetro de la superficie. Se ha prestado mucha atención también a la selección de una variada gama de especies de mármol, con diferentes y variadas coloraciones. La gama policromática ha sido altamente considerada, como se puede comprobar en la precisa alternancia de los azulejos triangulares del borde perimetral.