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Las novedades del Neobarroco

La historia del arte se caracteriza por la continua recuperación de los estilos del pasado, a veces de manera más evidente, otras veces como un eco lejano.

A menudo, incluso los estilos que históricamente pueden parecer antitéticos entre sí coexisten uno al lado del otro.

Un ejemplo emblemático de esto fue el Eclecticismo, que se consolidó entre 1870 y 1890. Este estilo se caracterizó por la recuperación y reinterpretación de los elementos del pasado, pertenecientes a corrientes y épocas diferentes. En estos años no es difícil encontrar espejos que combinan ornamentaciones neoclásicas con tallas rocaille, credencias neo-renacentistas o vitrinas de líneas neogóticas.

Pero también las formas barrocas fueron ampliamente retomadas y reinterpretadas en la segunda mitad del siglo XIX.

El Neobarroco típico de este período se caracteriza por el revival de esta corriente, apreciada precisamente por su exuberancia y el exceso de las formas. También la componente extremadamente decorativa era admirada y buscada por la sociedad del siglo XIX. Las formas dinámicas, los dorados que enriquecen los muebles completos, encontraron un amplio favor. La búsqueda de teatralidad y espectacularidad que ya había caracterizado el gusto Barroco fue nuevamente plenamente satisfecha.

Ciertamente, la recuperación del Barroco en el período Eclectico se distinguió por algunas novedades, adaptando el estilo a las nuevas necesidades del siglo XIX. El Neobarroco está caracterizado, de hecho, por el redescubrimiento de un naturalismo muy particular.

El material se trabaja para emular la naturaleza, que se convierte en una parte integral de los muebles y del mobiliario.
Son testigos de ello las protagonistas de nuestro Classic Monday, una pareja de gueridones de pared. Lo que caracteriza especialmente es el soporte, compuesto por madera tallada a imitación de una base rocosa desde la cual se eleva un tronco adornado con sarmientos.

Este sostiene la pequeña mesa de mármol flor de durazno, adornada en la franja inferior con una talla de lambrequín, terminada con borlas. La búsqueda de escenografía típica del Barroco está hábilmente desarrollada y bien lograda: realmente parece que se han utilizado dos troncos de vid, posteriormente dorados, para sostener los pequeños planos de apoyo.

Las dos pequeñas consolas son una expresión de alta artesanía, por la gran calidad y la atención al detalle, que se manifiesta en la minuciosa talla y en la atención prestada para realizar dos muebles perfectamente simétricos, ciertamente pensados para ser presentados como una pareja.

El cliente debió haberse dirigido a un taller importante y renombrado para lograr sorprender a sus invitados con el mobiliario y la disposición de su hogar, tal como la burguesía del siglo XIX deseaba poder hacer.

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