El nuestro Classic Monday de hoy tiene como protagonista un espejo de mercurio con marco tallado y dorado, lo que nos da la oportunidad de reflexionar sobre el tema de la identificación estilística de un objeto de antigüedad
Como ya hemos mencionado en varias ocasiones, identificar correctamente el estilo y la época de producción de un mueble o un objeto es un aspecto fundamental de nuestro trabajo.
¿Pero cómo se puede definir con un buen margen de seguridad la época de origen de la obra?
En nuestros encuentros anteriores hemos explicado cómo la historia del arte y los estilos no son en absoluto lineales; de hecho, presentan superposiciones y continuos guiños al pasado. En los mismos años no es raro encontrar elementos característicos de estilos diferentes coexistiendo en una obra.
Las contaminaciones en el mundo artístico no son ni raras ni inusuales. Son expresión de la vitalidad de los ambientes culturales, de las relaciones entre diferentes zonas geográficas y, muy a menudo, simplemente del gusto de los comitentes o de los propios artistas.
Son muy interesantes las obras realizadas en periodos de transición, en las que la mezcla entre estilos es aún más apreciable, a menudo con la consecución de soluciones muy interesantes y curiosas, pero al mismo tiempo difíciles de fechar.
A un primer análisis, de hecho, puede parecer clara la época de realización de la obra, a partir de características como la estructura o el desarrollo de la decoración. Pero un examen más profundo revela la necesidad de una reflexión particular.
Este es el caso de la protagonista de nuestro Classic Monday, un elegante espejo de mercurio piemontés realizado a finales del siglo XVIII.
La configuración arquitectónica del marco, la delicadeza y riqueza del tallado dorado remiten claramente al gusto de Luis XIV.
Las volutas fitomorfas y foliáceas evocan la producción artística bajo el dominio del Rey Sol. La ubicación cronológica de nuestro espejo parecería, por tanto, bastante simple. Pero una investigación más profunda lleva a reconsiderar esta idea.
De hecho, se encuentran detalles que deben generar dudas en el observador y en los estudiosos atentos.
Los pies con forma de ménsulas estriadas con base en forma de corona floral, los marcos con dos órdenes de espejitos, las flores que se encuentran entre los motivos fitomorfos son claramente expresión de un gusto más tardío. La influencia es ciertamente la del gusto Neoclásico, que se afirmó y se difundió en la segunda mitad del siglo XVIII. Por lo tanto, la datación del marco debe ser necesariamente posterior a la primera impresión. Son los elementos de gusto más tardío los que proporcionan la correcta anclaje cronológico.
No es raro encontrar ejemplos similares: aunque estamos acostumbrados a distinguir de manera bastante clara las distintas corrientes artísticas, los estilos tienden a superponerse, a hacer referencias y a influirse mutuamente.
Un buen anticuario debe ser también un observador atento y un buen estudioso, tener bien claras las características de cada estilo, pero siempre tener presente la gran elasticidad con la que se han adoptado.
La obra debe convertirse en objeto de una minuciosa investigación, cada detalle es fundamental para proporcionar indicaciones, como una verdadera carta de identidad.