Detrás de la ropa: una lectura freudiana de la moda
En literatura son pocos los estudiosos que han profundizado en la relación entre psicología y moda. Tal vez porque la moda se ve como frívola, superficial, no digna de análisis. En realidad, estas creencias son infundadas porque siempre la ropa revela mucho de nosotros y de la sociedad en la que vivimos.
Particularmente interesante es la aplicación de la teoría psicoanalítica, la de Freud para entendernos, al fenómeno de vestirse. Quien se ha adentrado en este esfuerzo es John Flügel (1884-1995), psicólogo y psicoanalista británico al que se le reconoce el mérito de haber escrito uno de los raros volúmenes dedicados al tema, «Psicología de la vestimenta», al que hace referencia nuestro artículo.
Según el estudioso, vestirse es el resultado de tres motivaciones fundamentales: decoración, modestia y protección.
Decoración
Como toda teoría psicoanalítica que se respete, también el psicoanálisis de la vestimenta considera las pulsiones sexuales como centrales.
Dado que la ropa permite incrementar la atracción sexual a través de la decoración del cuerpo desnudo, entonces la vestimenta puede ser considerada como verdaderos símbolos eróticos.
Pero precisamente como portadora de simbolismo sexual, la vestimenta también está destinada a cargarse con todos aquellos contenidos que simbolizan los equivalentes «culturales» del sexo: el poder, la riqueza, la autoridad. De hecho, según la teoría psicoanalítica, la causa última y esencial de la moda debe buscarse en la competitividad de tipo social y sexual.
Modestia
La modestia parece existir en oposición a algo, es un impulso negativo, nos ordena no hacer algo que de otro modo estaríamos tentados a hacer. Bajo esta luz, la modestia puede considerarse como un impulso inhibidor dirigido contra la tendencia opuesta y más primitiva de la exhibición. Con la ropa nos cubrimos para no exhibir nuestra desnudez y no atraer la mirada ajena.
Protección
Una función generalmente atribuida a la vestimenta es la de ejercer en la persona una forma de contenimiento, tanto físico como psíquico.
La vestimenta sirve para proteger de agentes peligrosos provenientes del entorno externo: del frío, del calor, de enemigos humanos o animales, de ofensas accidentales.
Pero también sirve para proteger contra agentes peligrosos de origen interno, psicológicos.
Una función muy importante de la protección es la de contrarrestar los peligros morales: una vestimenta simple y que cubre todo el cuerpo puede ayudar a evitar distracciones que podrían apartarnos del «buen camino» (un claro ejemplo es la vestimenta de los monjes).
Además, la protección puede ser dirigida contra las hostilidades del mundo en general. En presencia de extraños o de personas con las que sentimos que no podemos compartir nada, nuestra reacción es cerrarnos en nuestra ropa, refugiarnos en ella.
La vestimenta como resolución de un conflicto interno
Las motivaciones de modestia y decoración están evidentemente en contraposición. Por un lado me cubro para no exhibir mi desnudez y no atraer la mirada ajena, por otro me adorno porque quiero resaltar mi cuerpo y que me vean.
Esta situación es comparable al clásico ejemplo freudiano del sonrojo en el rostro: el sonrojo manifiesta vergüenza por un impulso exhibicionista inconsciente pero al mismo tiempo atrae la atención hacia el sujeto, logrando una satisfacción indirecta del exhibicionismo.
Según esta interpretación, la vestimenta sería comparable al sonrojo en el rostro y la ropa resolvería el conflicto entre modestia y decoración: cubre el cuerpo de manera que satisface el impulso de la modestia y resalta las partes para agregar belleza al cuerpo desnudo.
Si la modestia y la decoración son dos impulsos conflictivos, la protección es su racionalización. Me cubro con ropa porque tengo frío, pero mientras me cubro satisfago tanto la necesidad decorativa, y por tanto el exhibicionismo, como la modestia.
La teoría psicoanalítica es solo uno de los muchos enfoques que pueden usarse para explicar la acción de vestirse, una acción nada frívola que siempre esconde motivaciones profundas. Y si no están convencidos, les proponemos un reto: ¿saldrían de casa vestidos de pies a cabeza de rosa pastel? Ah no? ¿Y por qué? Esta provocación demuestra de manera simpática cómo ninguno de nosotros saldría de casa «sin ni siquiera mirarse al espejo», como afirman muchísimos.
«Solo las personas superficiales no juzgan por las apariencias. El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo invisible». – Oscar Wilde