En nuestro primer lunes clásico de julio, queremos ofrecerte un par de candelabros de techo.
Se trata de dos iluminaciones neoclásicas, que datan de finales del siglo XVIII y cuyo origen se limita a la zona de Génova. El gusto neoclásico es bien reconocible tanto por la arquitectura de los candelabros como por los detalles decorativos y ornamentales. El tallo central es, de hecho, de madera tallada con motivos vegetales y foliáceos, completamente dorado con pan de oro.
Del cuerpo central parten seis brazos de hierro forjado, para soportar la mayor cantidad de luces.
Típicos son los medallones en chapa dorada y repujada que se sitúan en la parte superior, siempre apoyados por brazos de hierro forjado, pero con espesores más finos. La chapa está finamente trabajada con marcos baccelados y motivos fitomorfos meticulosamente descritos, lo que demuestra una gran habilidad del artesano.
El espacio central está ocupado por pequeños espejos de mercurio.
Toda la estructura está ricamente decorada con collares de cuentas de vidrio, sostenidos por flores con pétalos de vidrio y la parte central siempre en chapa metálica y otras gotas en vidrio de colores. Para crear más movimiento hay colgantes con una forma cónica, casi lanceolada, de diferentes tamaños.
Extremadamente elegantes, estos dos candelabros tenían que iluminar un gran ambiente, como una sala de recepción. La luz de las velas tenía que ser reverberada por el tintineo de vidrios y espejos, no solo amplificando la iluminación, sino también creando juegos escenográficos en las paredes y el techo.
Suntuosos accesorios de iluminación, pero al mismo tiempo elegantes, nuestro par de candelabros refleja plenamente el gusto neoclásico extendido en la segunda mitad del siglo XVIII. Demuestra patrones elegantes pero de gran decoración e impacto.