En 1953, el New York Times publica una importante y emblemática reseña de la muestra “Good Design” organizada por el MOMA.
Provocativamente sostiene que incluso un palo de escoba puede ser considerado una obra de arte siempre que sea útil y bello.
Esta afirmación resume eficazmente el espíritu y el pensamiento del movimiento artístico “Good Design” desarrollado en los años 30 en los Estados Unidos. Siguiendo los pasos de los ya conocidos y establecidos movimientos europeos Arts and Crafts, Deutscher Werkbund y Bauhaus, los artistas, arquitectos y diseñadores que formaban parte del grupo buscaban definir y delinear el campo de acción del diseño. (aquí un interesante artículo)
Se otorga igual dignidad e importancia a todos los elementos del mobiliario, sin excluir electrodomésticos y utensilios.
Los atributos necesarios para crear un buen producto de diseño son innovación, simplicidad, utilidad, practicidad y estética. Un objeto no puede, o mejor dicho, no debe ser bello pero inútil, así como no debe ser práctico pero feo.
El MOMA apoya sin reservas a este grupo de diseñadores dedicados al minimalismo y la eficiencia, organizando un ciclo de exposiciones entre 1950 y 1955, guiando e influenciando así los gustos de los consumidores estadounidenses en la posguerra.
En este entorno culturalmente dinámico y favorable se sitúa el diseñador Ross Littell, quien a lo largo de su extensa carrera se destacará por su estilo práctico, innovador y minimalista.
Graduado en diseño industrial en el Pratt Institute, pronto se distingue por su ingenio y originalidad. Su T-chair (de la colección «The New Furniture»), diseñada junto a William Katavolos y Douglas Kelley para Laverne Company en 1952, se gana un lugar en la colección de diseño permanente del Museum of Modern Art de Nueva York.
Tras el éxito obtenido en los Estados Unidos, Littell se traslada a Europa, donde colabora con Knoll y, sobre todo, con DePadova en Italia. En los años 60, precisamente para ICF DePadova, crea la PLR 1 Lounge Chair.
Una síntesis entre esencialidad y lujo, rigidez y fluidez, que sin duda puede considerarse uno de los mejores productos del “Good Design”.
La estructura está hecha de acero cromado, el asiento y el respaldo están formados por tiras entrelazadas de cuero (también hay una variante en algodón). Se puede encontrar en diferentes colores; entre los más clásicos están el negro y el coñac. Desde el principio, esta lounge chair tiene un gran éxito, demostrando la habilidad de Littell para combinar simplicidad y sofisticación. Gracias a su elegancia discreta y sin pretensiones, esta silla sigue siendo muy apreciada, un símbolo de buen gusto que aporta a cualquier espacio un toque de clase y un aire retro.
La lección del “Good Design”, basada en el difícil equilibrio entre practicidad y belleza, décadas después aún no ha perdido vigencia. Lo demuestra el encanto atemporal que siguen ejerciendo sus productos.