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La búsqueda de lo exótico en dos pequeñas esculturas

La búsqueda de lo exótico y lo extravagante es una constante que se encuentra cíclicamente en la historia del ser humano y, por lo tanto, también en la historia del arte.

Desde las épocas más antiguas, obtener y presumir de poseer artefactos o reliquias provenientes de tierras lejanas era motivo de orgullo.
Durante el Imperio Romano, los animales y objetos de África eran muy demandados, mientras que más tarde, en la Edad Media, se intensificaron los intercambios con Oriente, de donde se solicitaban telas y ungüentos preciosos. Con el descubrimiento de América, naturalmente, la demanda de este tipo de productos aumentó. Esta búsqueda de lo exótico, además de ser apreciada por motivos estéticos, también mostraba las discretas posibilidades económicas del comitente, capaz de conseguir objetos (pero también animales y alimentos) difíciles de encontrar y ciertamente muy costosos.

Paralelamente a la importación de estos objetos, se desarrolló una producción europea que evocara esta apreciación por lo exótico, a menudo con un gusto algo romántico.

Pareja de esculturas candelabro en bronce de Viena

Este es el caso de los protagonistas de nuestro Classic Monday de hoy. Se trata de una pareja de pequeñas esculturas (visibles en nuestro sitio aquí y aquí).
Sobre una base circular con decoraciones fitomórficas y florales en relieve, sobre la que aún se ven los rastros del antiguo dorado, descansan las dos esculturas. Con la apariencia de indios, un hombre y una mujer, los dos personajes están representados en una pose dinámica: un pie apoyado en el suelo, mientras que la pierna opuesta está levantada, como en el impulso de una carrera. Un brazo levantado por encima de la cabeza, mutilado a la altura de la muñeca en la figura femenina, mientras que la figura masculina aún sostiene un candelabro que funciona como soporte para velas.

Ambos están vestidos con cortos y coloridos trajes exóticos, con collares de perlas de colores, mientras que en sus cabezas llevan turbantes emplumados. Los dos personajes evocan claramente el mundo oriental, con la riqueza de las telas y la preciosidad de los finos dorados que embellecen los drapeados.

Las dos esculturas están hechas en el llamado bronce de Viena pintado en frío, una producción común en la ciudad austriaca a finales del siglo XIX y principios del XX.

A pesar de que el nombre del material parece indicar claramente su composición, en realidad estaba hecho de una aleación de varios metales. Entre los productores más célebres se destaca Franz Xaver Bergmann (1861-1936); propietario de una importante fundición vienesa, era conocido por la producción de pequeños bronces de tema exótico.

Estas pequeñas esculturas tenían la función de soportes para velas y candelabros, pero también como utensilios y elementos decorativos en los hogares y en pequeñas colecciones privadas. Aún hoy en día, son demandadas y apreciadas por su refinamiento y excepcionalidad.

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