By Athina
De la brillante colaboración entre Marco Zanuso y Richard Sapper nace en 1964 la silla Lambda para Gavina. Un objeto a primera vista simple, industrial, casi desnudo, que oculta sin embargo años de investigación y experimentaciones.
Ambos diseñadores eran visionarios, decididamente a la vanguardia de su tiempo; establecieron una alianza que duró más de veinte años. Unidos por su curiosidad hacia nuevos materiales, combinaron sus experiencias para crear algo que fuera fácil de fabricar y adecuado para la producción a escala industrial, sin descuidar la importancia del aspecto estético.
La Lambda es el producto de múltiples intuiciones: Zanuso y Sapper tomaron materiales y procesos productivos del mundo automotriz; se inspiraron en la naturaleza para replicar sus formas y aplicaron principios arquitectónicos para construir su estructura.
Zanuso quería que la silla estuviera hecha de un solo material, y experimentó con varios en los prototipos de la Lambda, pasando de las láminas de acero al polivinilo; optando finalmente por el primero.
El material plástico resultó poco adecuado: las patas de la silla eran flexibles. Además, las láminas de acero se adaptaban mejor a la estructura que quería obtener, que se inspiraba en la técnica que había utilizado en Brasil en la nueva fábrica de Olivetti. Había tenido que construir (junto al arquitecto De Rosa) un techo de vigas de concreto armado, y tuvo que encontrar un sistema para que el techo pudiera soportar el pesado material sin columnas. De manera similar, la Lambda debía sostener a una persona, distribuyendo su peso de manera equilibrada.
La línea estilizada y delicada de la silla nos recuerda la de una planta; de hecho, los dos diseñadores se inspiraron en la hoja de la cala.
La silla está construida completamente en chapa metálica. El asiento y una parte del respaldo están hechos de dos láminas unidas por soldadura eléctrica de rodillo.
Las patas se insertan en esta estructura con soldaduras en dos puntos sobre el asiento. Con este sistema de fabricación se logró una rigidez que permite hacer una silla de chapa con espesores muy reducidos y un peso no excesivo.
El asiento resulta cómodo y envolvente, en contraste con la fría solidez del material.
Conquistar la simplicidad es, a menudo, un proceso difícil. Lo demuestran los cinco años que se necesitaron para llegar a la versión final de la Lambda: simples láminas de metal moldeadas, soldadas y esmaltadas en spray. Fabricada en varios colores, esta silla es ligereza y esencialidad; una pieza icónica, perfecta para dar un toque «industrial» a cualquier ambiente.
