Justo en estos días tan difíciles y dramáticos, quiero proponeros esta magnífica obra “Paisaje urbano” de Francesco Arata. Es una pintura realmente inusual, diferente de todo lo que conocemos de su vasta producción.
Arata es conocido como un pintor excelente, muy talentoso en la producción de naturalezas muertas, desnudos, retratos y de innumerables paisajes. Cremonés, fue activo en Milán, ciudad donde estudió y comenzó su carrera, en Venecia y Burano, donde trabajó en los años 30, y en Castelleone, su ciudad natal, a la que regresó en 1934. Supo tomar de manera propia y original la corriente novecentista, y en particular de Carrà, captó una atención por representar la Naturaleza de una manera casi mística, mágica y espiritual, y de su amigo Tosi, adoptó la capacidad intimista de interpretar la realidad. Estamos acostumbrados a sus bellos paisajes claros, coloridos y despejados, que capturan vistas de las montañas lombardas, playas ligures, o la ciudad natal de Castelleone, o la hermosa Venecia. Pero aquí…vemos un gran conglomerado industrial, pintado de manera imaginaria, aunque muy cercano a las imágenes históricas del establecimiento Falck “Unione”, de Sesto San Giovanni, una conocida acería lombarda.
Lo que percibimos inmediatamente al mirar la pintura es la poderosa energía positiva que emana la obra.
El complejo industrial parece casi tener vida propia, como un gigantesco motor productivo, al servicio de la humanidad. Alrededor de la zona industrial corre una carretera con pocos coches; los colores son brillantes, el trazo compositivo es rápido y sereno al mismo tiempo. Puedo ver pequeñas figuras humanas, que pasean tranquilamente, en lo que no se percibe como un lugar excesivo o peligroso, sino como un centro de vigorosa productividad vital.
Y aún más, al fondo, a través del humo, se ve claramente el paisaje también dibujado con colores claros y serenos, casi delineando una Naturaleza tranquila y nada preocupada por la acción del hombre. Abajo a la derecha, Francesco firma y pone la fecha: 1948… Son los años de la posguerra; después de los horrores y la destrucción que la humanidad nunca había visto antes, Francesco Arata pinta aquí una parte de la ciudad que ha resurgido, que produce, que genera bienes y contribuye a la renacimiento de una Italia de paz y bienestar. Percibimos su deseo de infundir optimismo, de creer en la capacidad humana para reconstruir.
Me gusta pensar que nuestra reactivación sepa captar y hacer propia la confianza en el futuro que Arata nos regala.
Al mismo tiempo, me gustaría pensar en un bienestar diferente, que no pase solo por los mecanismos de producción y consumo, sino que sepa cuidar la Naturaleza que nos rodea y nos acoge, que sea capaz de escuchar sus mensajes. Debemos aprender de todo lo que hemos vivido: “cuidado” es precisamente la palabra que debemos recordar. Alguien lo ha practicado en primera línea, en los hospitales, sin mirar el esfuerzo y los riesgos personales. Pero en todas partes hemos visto gestos de profundo y generoso altruismo, que han puesto de relieve el enorme valor de la relación humana, precisamente en un momento en el que la relación parecía no ser posible.
Y entonces, pienso aún con gratitud en la pintura de Francesco Arata, en su capacidad de mirar al futuro con confianza en el ser humano y en su innata sed de una vida mejor.