El protagonista de nuestro Classic Monday de hoy es un mueble tan común como inusual.
Se trata de un pequeño mueble de servicio, cuyas dimensiones contenidas permitían colocarlo en cualquier habitación de la casa.
Por definición, los llamados muebles de servicio se podían emplear para diversas funciones domésticas. Equipados con cajones para objetos o para almacenar la ropa, a menudo también se utilizaban como superficies de apoyo.
El nuestro se caracteriza, sin embargo, por una arquitectura y una manufactura absolutamente particulares.
Soportado por cuatro pies de estante, en la parte frontal presenta dos puertas paneladas. Pero la particularidad está en la puerta elevable, debajo de la cual se esconden otros cuatro cajones; sostenida por dos tiradores con mecanismo a resorte, se convierte en una extensión de la superficie transformando el mueble en un escritorio. Así, se convierte en un mueble que no solo sirve como almacenamiento, sino también como soporte para actividades culturales como la escritura o la lectura.
Lo que inicialmente parece un mueble de forma rústica, en realidad debe haber sido realizado para un cliente de cierto nivel.
Probablemente una familia burguesa, que necesitaba muebles funcionales para la vida doméstica; pero al mismo tiempo, lo suficientemente culta como para tener muebles que pudieran usarse específicamente para otras actividades. Una familia acomodada y alfabetizada, este último elemento no es un detalle menor en el siglo XVIII, época a la que pertenece este mueble. Poder permitirse un mueble de calidad, como lo demuestran los mecanismos a resorte de los tiradores que sostienen la superficie, es un indicio de la prosperidad económica que los propietarios debían disfrutar.
Hecho de madera de nogal, la alta calidad también se demuestra por las elegantes molduras de roble ennegrecido y los bordes tallados y ebanizados, típicos de la producción lombarda.
En esta ocasión, crean refinados juegos geométricos que hacen que nuestro mueble sea completamente único. El mismo diseño presente en la parte frontal también está en la parte posterior, acabada a la vista, convirtiéndolo en un mueble central.
Este mueble se caracteriza también por su absoluta singularidad en su tipo. En el siglo XVIII eran muy comunes los aparadores o armarios de diferentes tamaños, para guardar y conservar los objetos de la casa, o los escritorios, cuya superficie abatible puede usarse como escritorio. Este pequeño mueble se distingue por su unicidad, combinando diferentes tipos y formas de uso, en un resultado que sigue siendo inusual y original hasta el día de hoy.