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Cuadro El sacrificio de Ifigenia
Óleo sobre lienzo. Escuela romana del siglo XVII.
El sangriento episodio del sacrificio de Ifigenia, también narrado en la Ilíada, tiene su origen en la ira de Artemisa, la diosa de la caza, que, ofendida por la jactancia de cazador de Agamenón, impide que la flota griega zarpe hacia Troya. El adivino Calcis profetiza que la ira de la diosa sólo puede aplacarse sacrificando a Ifigenia, la hija menor del propio rey Agamenón.
En el centro de la escena se representa a la joven postrada a los pies del altar del sacrificio, mientras es preparada por los sacerdotes según el ritual; en el ángulo izquierdo se vislumbra a su padre Agamenón (con la corona abandonada a sus pies) junto a su madre Clitemnestra que, desesperada, no se atreve a mirar.
Arriba, la diosa Artemisa asiste a la escena, reconocible por la luna en su pelo, el arco que sostiene y un ciervo, su animal simbólico, al pie del dosel: según una versión menos violenta del mito, en el momento del sacrificio Ifigenia es sustituida por Artemisa por un ciervo, como podría indicar la presencia del animal en esta representación.
La obra que aquí se presenta procede del cuadro de Pietro Testa, publicado entre 1640 y 1642 (actualmente en la Galería Spada de Roma) y de sus grabados: toda la composición de las figuras está tomada de él, aunque se han modificado los ropajes, los colores y diversos detalles.
Restaurado y retocado, el cuadro se presenta en un marco de principios del siglo XX, coetáneo de la restauración.